16 de marzo de 2015

Nos quieren sumisas.

No me avergüenzo nunca del cuerpo en el que nací.
Y soy dueña de la verdad.
Y hago lo que quiero.
Camino por donde quiero, a la hora que quiero, vestida como quiero, y con quien yo quiera.

La sociedad, el capitalismo y Iglesia les enseñaron a tratarnos como objetos, reducidas a trabajos domésticos.  Y no.  Somos personas.

Dios no me dio nada, no me cuida, no me protege y no me salva.  Yo no soy su sierva, él no es mi patrón.  

Nos venden ropa que no queremos usar, zapatos que no podemos usar.  Maquillaje para tapar lo lindas que somos.  Porque saben que cuando nos demos cuenta del poder que tenemos, ellos van a perder.

Nos venden en la tele.
Nos venden en un boliche.
Nos venden en la calle.
Nos venden y no vemos a nadie.  Nunca más.
Nos venden y nos matan.  

Ser mujer es un castigo.  Nos merecemos las peores cosas que se podrían desear.  Porque nos rehusamos a vendernos.  Y yo no me quiero vender.

No le pertenezco a nadie.  Nadie me pertenece a mí.  La Libertad siempre fue mi mejor amor.

Nos quieren calladas, y no nos queremos callar.  Nos cansamos de tener boca y no poder hablar.  Y ahora queremos gritar.

Como soy mujer me amo tanto.  Y me niego a la represión.  Me niego a la dependencia.  

Me encuadro en el movimiento que nos quiere libre, que busca nuestra expresión.  Que nos deja ser nosotras.  Y nosotros.

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