16 de mayo de 2015
16 de Mayo.
Hoy volvía del cine caminando a casa. Como agarré una avenida, a la ida recibí bocinazos, "piropos" de esos que me encantan al estilo "mamitaaa, como te doy" y esas cosas hermosas y tan dulces que se le ocurre (muy curiosamente) a los conductores de autos y camiones.
Salí del cine y al retomar esa avenida me para tu tipo de unos treinta y pico de años.
- Disculpá ¿Te puedo preguntar algo?
- Sí, decime.
Hasta acá intuía que era una calle o la hora, o algo de eso que la gente pregunta en la calle.
- ¿Cuántos años tenés?
Dudo. No contesto. Son las tres de la tarde. Miro alrededor, hay demasiada gente. Estoy en mi barrio.
- 20
- Ah, sos chiquita. Qué lástima. Quería invitarte a salir. Tenés muy lindo pelo además.
Anonada, atino a pronunciar una sola palabra. Juro que no entendía.
- Gracias.
- ¿Te puedo agregar a facebook? Capaz nos hacemos amigos...
Dudo.
Pienso.
- No, disculpame. Tengo novio.
- Bueno, pero no tiene porqué significar que vamos a salir o algo. Pero tenés pinta de ser alguien interesante para charlar.
- Igualmente, no.
- Gracias igual, que tengas lindo día.
- Para vos también.
Hice cinco pasos y me di vuelta. El tipo seguía caminando, auriculares puestos.
No es tan difícil.
No logro descifrar cual es el encanto de gritar obscenidades desde un auto, de acercarte y susurrarte en la oreja, de tocarte el culo en el colectivo, en el subte. No entiendo.
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